lunes, 12 de julio de 2010

En busca de las zanahorias escondidas.

El día de hoy, después de no haber hecho algo relevantemente interesante durante casi ¿qué será? dos o tres semanas, tengo una aventura que contar :3!

Todo comenzó con el cambio de horario en el trabajo, con mis padres, en la mañana quedaron la secretaría, mi hermanastro yo y mi mamá*, bueno, yo estoy por lo regular en la caja, cobrando, soy punto y aparte de todo la plebe, pero últimamente me había estado aburriendo mucho demasiado así que hoy, salí de mi cubículo de 2 por 6 metros y me puse a atender a la plebe que iba en busca de objetos necesarios para la correcta ejecución de sus labores**  cuando llegaron las muchachas del segundo turno se sorprendieron de verme en los mostradores, hasta una me pregunto¿Ya estás atendiendo?  No sé porque les sorprende, tal vez pensaban que no sabía nada sobre ferretería, pero ERROR no es por presumir, pero sé, mucho, más de lo que ellas saben, sólo que me da pereza y me quedo consiguiendo dinero fácil, es decir, cobrando jajaja.
Ya después de aquello, vino la tan famosa y esperada "hora de las diligencias", abordamos el automóvil pero oh sorpresa! el día de hoy no nos dirigiríamos solamente al banco (como siempre) sino que iríamos al doctor, pero antes a mi casa, nuestro itinerario era una cosa compleja. Durante el trayecto mi mamá dijo:  Tengo hambre y yo como buena hija que soy, me ofrecí a cocinarle algo, ella accedió, quedamos en que sería ensalada, aquella que siempre se da en las fiestas, la trillada ensalada de papa, zanahoria, chicharos, carne, mayonesa, pimienta y chile al gusto. Obviamente para realizar la ensalada tenía que quedarme en casa, así que lo hice, me quedé y al quedarme me perdí de ver a aquella señora que cordialmente atiende la ventanilla premier y de las miradas de rabia que recibimos, mi madre y yo, cuando vamos a depositar***.

En casa, abrí el refrigerador,  no teníamos papas y mucho menos zanahorias, así que fui a la tienda, pero sólo me encontré las papas. Decidí ir a otra tienda, para comprar las zanahorias, cabe mencionar que me acompañó mi adorado primito de 10 año, y tampoco, fuimos a la tercera tienda y durante el trayecto quedamos en los siguiente: si no hay, nos vamos al mercado y ¿qué creen? para variar, no hubo.
Caminamos unas cuadras mas, hacia la parada del colectivo (no deseábamos gastar tanto dinero en transporte) y a lo lejos divisamos el transporte, con sombrilla en mano subimos... Llegamos, nos bajamos y me sorprendió no ver a las señoras vestidas con huipil o a las señoras con hijos entre las verduras, unos segundos después, recordé  que las habían mandado a un costado del museo, así que caminamos unas dos o tres cuadras más. Durante el trayecto platicabamos sobre sucesos graciosos, anhelos, planes y demás. Al llegar logré ver a las tan ansiadas zanahorias, sí, no me estaba equivocando eran zanahorias, se me iluminó una sonrisa que pronto disipé, sabía que si me notaba emocionada las doñitas se aprovecharían de mi. Caminamos durante los puestos.
En en primer puesto:

-Señora ¿Qué precio tiene el kilo de zanahoria?

-Diez pesos

-Gracias.

En el segundo puesto:

-Buenas tardes ¿Qué precio tiene el kilo de zanahorias?

-Diez pesos-

-¿Y el de la pitahaya?

-Veinticinco

-Gracias.

En el tercer puesto me atendió un señor que no sabía nada, que era un macho, mal encarado que sólo logró que nos marcháramos de ahí.

Resignandome a la idea que el kilo de zanahoria costaba diez pesos y que me quedaría con ganas de comer pitahaya, regresamos al primer puesto.

-Nos da un kilo de zanahorias, por favor.

Nos ofrecen una bolsa. Escogimos las zanahorias más bonitas, más frescas, las de mejor tamaño y las introdujimos a la bolsa.

Oh sorpresa! Un kilo exacto.

Nos cobraron, y nos fuimos a seguir dando vueltas a los puestos  en busca de algo más.

- ¿Se te antoja algo?

- Mmm, mango

- Igual a mi, vamos con el señor de los mangos.

El señor de los mangos era un señor que tenía un mega puesto repleto de mangos frescos y hermosos.

-Buenas tardes, ¿Qué precio tiene el kilo de mango?

-Diez pesos

-Nos da un kilo, por favor

Al igual que en el puesto anterior, nos ofrecieron una bolsa, una especie de auto servicio.

Y oh sorpresa! Por segunda vez, metimos un kilo exacto en la bolsa. A lo que el señor dijo:

- Tienen buena mano.

Nosotros respondimos:

-Gracias.

Como aún nos quedaba dinero, decidí comprar por lo menos una pitahaya. Vi que el señor de los mangos tenía alrededor de cuatro.

- Disculpe, ¿Qué precio tiene el kilo de pitahaya?

-Veinte pesos

¡¿Veinte pesos?! wow era el puesto que marcó la diferencia.

- Me da un kilo por favor.

Sonara, muy increíble, pero sí, también le atinamos.

Con apenas más del 35 pesos en la mano, decidimos que teníamos que comprar algo más, así que compramos calabazas.

- ¿Qué precio tienen las calabazas?

- Doce

-Un kilo por favor

Las escogimos, y se las dimos a la señora, para que las pesara. Ahí sí no le atinamos al kilo.

Salimos de ahí satisfechos con nuestras compras y más porque habíamos a las tan buscadas zanahorias. 

Caminamos de regreso a nuestro punto de descenso, en busca de un colectivo para regresarnos a casa, buscamos el de nuestra colonia, lo encontramos, subimos, pagué los lugares y mi acompañante, tan observador como siempre me dijo:

- ¡Es el mismo que nos trajo!

Efectivamente era el mismo, con ello pude notar, que el colectivo tarda en recaudar personas para su siguiente viaje. Estando dentro del colectivo, giré la cabeza hacia la derecha y vi palanquetas lo cual me obligó a articular:

-Urian (así se llama mi acompañante) ¿Puedes comprarme una palanqueta, de esas que tiene el señor?

- ¿Sólo una? Sí, comes tu la mitad y yo la mitad

- Está bien, ahorita regreso.

Se bajó, y al regresar no tenía una, no tenía dos sino que tenía tres, tres palanquetas. El señor le había vendido tres palanquetas por sólo diez pesos, realmente no sé si fue una oferta buena o nos vio la cara.  (Lo siguiente será un comentario egoísta) Teníamos proviciones suficientes para el trayecto de regreso. Pero pronto cambiamos de opinión, decidimos comer uno entre los dos, como anteriormente habíamos planeado, obsequiar los dos que nos sobraban a nuestros abuelos y a mis hermanas (las primas de él).

Por fin llegamos a casa y con nosotros la zanahorias.

Pd: Cuando por fin llegamos a casa nadie creía que habíamos ido hasta el mercado sólo por unas zanahorias.


* Estos días mi mamá no cuenta, porque está enferma u_u
** Qué rebuscado escribo lol.
*** Resulta que mi madre es cliente premier y los que nos miran con rabia son la plebe que hace largas filas.

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